Si quisiera transmitirte una sola idea, un pensamiento o cualquier otra entidad, lo haría desde el corazón.
Si quisiera mentirte, lo haría desde el corazón si supiera mentir.
Si quisiera hacerte daño, lo haría desde el corazón, inconscientemente.
Si quisiera olvidarte, lo haría desde el corazón, aunque él nunca olvide.
Si quisiera perdonarte, lo haría desde el corazón.
Si quisiera abrazarte, lo haría desde el corazón.
Si quisiera abandonarte, lo haría, pero nunca desde el corazón.
Ni siquiera podría decirte, que si quisiera quererte, lo haría desde el corazón.
Porque el corazón solo sabe amar, no sabe querer.
Sabe de perdonar.
Sabe de verdad.
Aunque lluevan dardos de plomo.
Aunque duelan tus puñales.
Aunque muera poco a poco.
Aunque llore sonriendo.
Aprendí a entregarlo todo cuando desperté del sueño.
Cuando aprendí a amar.
Cuando aprendí a comprender.
Cuando realmente amé.
Aprendí a tener palabra.
Me lo enseñó mi Padre.
Aprendí a abrir el corazón.
Nadie me lo quitará.
Jamás
Siempre seguiré fuerte.
Amando el devenir.
Agradeciéndole a la vida.
Por vivir.
Y aunque duela.
Siempre fui sincero.
Nadie podrá quitarme, nunca,
lo que yo hice por ti.
Que Jah te bendiga
Cuando te ves ardiendo entre llamas y el grito del llanto convoca a las alturas. Allí solo acuden los invitados. Entre ellos, ahí estaba, I.N.: Identidad Naciente.
miércoles, 21 de noviembre de 2018
jueves, 27 de septiembre de 2018
La vida se muere sin la vida
Siempre he identificado la vida con la linealidad del camino largo. La eternidad de los pasos se hace muchas veces cuesta arriba. Recuerdo patinar, escribir, cantar, rapear, leer y profundizar en las cosas que tenía alrededor para inspirarme; al final todas han terminado por formar parte de mí mismo. Eso es lo bonito del arte.
Pero hay algo muy distinto que ha ocurrido en los últimos años. Se dice que cuando te enamoras, cambias totalmente. Que ya no eres el mismo. Que pasas a mirar la vida con otros ojos. No es que la vida cambie en sí misma. Más bien ocurre otra cosa muy distinta. La vida se aproxima a tí para ofrecerte la oportunidad de conocerte a través de ella. No es sencillo dejarse llevar. Ya sabía que encontraría muchas resistencias en su interior para abrirme y dejarse conocer. Pero a pesar de las dificultades que sabía que iban a aparecer en el camino, finalmente se dejó caer.
Estoy hablando de la inocencia, de la vida más ingenua, de todo aquello que hemos perdido en el camino y que tanto nos duele recordar. Mirarnos al espejo y vernos viejos... tú sabes más que nadie lo que se siente. Echar la vista atrás y verse perdido, sin camino, en la más absoluta falta de sentido. Y de golpe llegaste tú. Para arrancarme de lo más profundo de mi ser el miedo a ser rechazado. Para matar de una vez por todas el miedo a la locura. Para entregarme la inocencia más pura de la tierra. Para dejarme ser yo mismo de verdad, eliminando los yoes que están detrás de las paredes de mi casa. Y todo esto ha sido gracias a tí. Muchas veces no sé cómo agradecerte desde lo más profundo de mi alma todo lo que me has enseñado. Cuando yo me caía en la incertidumbre de mis más profundos viajes, donde la oscuridad no teme ni tiene piedad en acabar contigo, allí tú me salvaste, con tu inocencia, muda, sabia, horrorizada por el mundo cruel en el que vivimos. ¿Me creerías si te digo que no sé cómo agradecerte todo lo que haces por mí? ¿Me creerías si te digo que estoy casado contigo de por vida? ¿Me creerías si te digo que de tanto quererte he vuelto a descubrirme?
Ojalá algún día mis ojos puedan transmitirte lo que mi corazón siente por tí. Me es imposible dudar del amor. Dudo del miedo a sufrir. Porque toda mi vida ha sido un cruzar el umbral de la pobreza del alma. ¿Cuál ha sido el Dios que te ha puesto en mi camino? ¿Cuál es el Dios que te quiere quitar de mi camino? No tengo la respuesta. Pero sí que sé una cosa. Ha sido gracias a tí que he vuelto al camino del amor y de la esperanza. Tú me has devuelto la verdadera fe. Ahora sé lo que significa caminar hacia la verdad. Tú lo has hecho posible.
No soy capaz de encontrar la palabra. Tú lo eres todo para mí. No porque sin ti no pueda vivir. Mis pulmones respirarían y mi corazón latiría. Pero no sería yo. Sé que tarde o temprano moriría. Porque la vida se muere sin la vida.
martes, 3 de julio de 2018
El primer silencio
La sensación de seguir en la lucha es profunda y penetrante. Lo perfora todo para crear una superficie fuerte, sólida, capaz de ejercer la función de soportar todo lo que vivo y todo lo que soy. No hay otra forma de vivir que vivir combatiendo si quiero vivir en paz. Pero no porque la paz se encuentre necesariamente en la guerra, sino más bien porque nacemos en el hastío de vivir y nos dirigimos a algún sitio. Tengo un alma preparada para la guerra que vive en constante guerra consigo misma por el mero hecho de hallarse preparada para el combate. Estoy seguro que muy pocos pueden entender esto. Pero aquellos que son capaces de entenderlo serán bendecidos por la vida.
Tras el primer disparo que da inicio a la batalla se manifiesta el primer silencio. Si hubiera una mirada capaz de reflejar lo que se siente la dibujaría con los ojos cerrados, de párpados caídos y temblores infinitos de pestañas invisibles a distancias largas. Demasiado aguda es la sensación que me produce verme desde tan de cerca, como si tuviera los Ojos de Dios y pudiera ver todo lo que ocurre en mi, aunque incapaz de trascender esa visión por mi naturaleza humana. Cuanto más observo más me abruma el observar. ¡Válgame por esta sensación! ¡Ponle fin a los principios! Que de alguna forma debemos resistir, sin morir ante la ausencia del primer silencio que muy pronto escuchamos y no logramos olvidar. ¡Tirad semillas! ¡Que crezcan más árboles! ¡Más fuerza y menos humo porque aún estamos vivos! ¡Más y más semillas! ¡En todos los caminos! No os dejéis ninguno...
domingo, 10 de junio de 2018
Para quienes...
No hay evidencia completa del paso del tiempo. Tampoco una evidencia de mínimos. En el conocimiento no se da nada con seguridad. La certeza es sólo una pretensión de tornar eterno lo humano. Hacia lo divino. Allí donde el pensamiento se halla frente a sí mismo para revelar sus secretos.
La existencia del yo es una mera aparición. Horizonte y aprehensión. Vista de halcón.
Desde arriba no hay nada lo suficientemente grande como para distinguirse.
La fuerza de la identidad siempre prevalecerá.
Por el Uno
sábado, 2 de junio de 2018
Tú
Hace tiempo escribí una letra que se llamaba "tú". De todas las frases que componen la canción se me quedó grabada la siguiente: el mundo está podrido pero nosotros lo amamos. Por aquellos momentos estaba viviendo una época de inicio de cambio que todavía perdura a día de hoy, de lucha interna y logros profundos. Sobre todo porque me encontraba en un momento de mi vida en el que intenté llenar de sentido algunos fenómenos de absoluta complejidad como pueden ser la aceleración del tiempo en las sociedades, la vida cotidiana, el amor perdido, y entre otros, la amistad.
Nunca he sido una persona de muchos amigos. Los amigos han sido siempre fugaces. Grandes amistades se perdieron con el paso de los años por lo grandes que llegaron a ser y por el miedo que se despertó con ellas a perderlas. Tras el cristal siempre estuve observando el acontecer del mundo, nadie podrá decirme que no he sido yo mismo cuando ser yo mismo ha sido el mayor privilegio que he ostentado todos estos años. Privilegio por la inmunidad ante la inmundicia. La honestidad siempre estuvo por encima.
Por aquellos momentos volver al origen era un mandato. Una forma de vivir la vida. Un re-pensar las condiciones materiales de supervivencia a partir del establecimiento de unas modalidades de comprensión lejos de la ordinariedad de los procesos vitales cotidianos. Ante la superficialidad de los fenómenos, o tal vez sea mejor decir ante la profundidad ahogada de los fenómenos, pues nadie sabe lo que permanece vivo al final del negro sombrío del pozo, siempre me mantuve crítico. Porque una vida radical exige krinei, crisis, es decir, ruptura, o al menos, perforar. Cuando escribí "tú" pretendí tornarme ante lo evidente a través de ti, que me lees; dueño de una vida perseguida, noble de virtudes antiguas, Rey de faraones, ¿dónde estás? ¿te has ido realmente?
La mera imaginación nunca podrá manifestare por y en la evidencia. Por eso mismo el 'irse realmente' en cuanto devenir ficticio no puede sustraer la realidad a la lejanía de los órdenes de cosas. Y es en el horizonte de esa lejanía en el que nos encontramos los seres humanos cuando investigamos acerca de la veracidad de lo que vemos, y en cuanto vemos, pues viendo nos situamos con proximidad ante lo que se nos es mostrado. Estás ante mi razón, Rey de Reyes, sin estar "siendo mostrado", lejos del criterio de la cultura en la que resido aunque próximo al sentir en el que habito porque ni la mera ficción me separa de ti, desde el momento en que la lejanía nunca pudo separarnos, tornándose imposible ante la salida del Sol.
Gott ist tot
lunes, 28 de mayo de 2018
Todavía soy Soldado
En diferentes ocasiones he podido sentir la misma sensación que siento ahora. Aunque ahora no la siento de la misma manera. De hecho, me noto distinto ante el fenómeno, como si hubiera cambiado y todo dependiera de las experiencias que se sedimentan en el tiempo. Es el momento de empezar un viraje, un verdadero retorno. Lo llevo preparando algunos años. Estoy conciliando mi pasado con mi fuerza, haciéndoles sentir del mismo modo, como si los dos fueran uno. Lo que queda ahora mismo sólo es fuerza. Ímpetu y coraje. Es una lucha ganada.
Echo la mirada atrás. Aún sigo con la misma sensación de vida. El mismo impulso vital. Las mismas ganas de luchar ante el Leviatán, de precipitarme al vacío, difuminarme en él, y salir ileso, casi sin darme cuenta. Como si todo pasara en el mismo segundo, cuando elijo dejarme caer. Una renovación instantánea.
Porque siempre fui un hijo de la vida, un verdadero creyente, un ser destinado a conocerse, a buscar los inmediatos surcos del sí mismo, refugiado en la música, con el arte, ante la muerte, inminente, que poco a poco hondea sus pasos, como si quisiera expandirse ante una vida inerte, negra como la oscuridad, aún tan blanca y brillante como el primer día que la vi. Porque siempre fui algo que quiso vivir, que nunca supo nada cierto salvo aquello que nace del mero intento de captar por cierto algo que se vive, y una vez habiendo nacido y sabido ya de la suerte del nacer, renace entre los fueros.
Porque todavía soy Soldado, hombre de mil tierras y padre de ninguna.
jueves, 21 de septiembre de 2017
Ya no hay nada
La lucha ha cesado
Ya no hay nada
Solo sombras y escombros
Hablo con mis recuerdos
Porque se escapan
Qué seré yo sin ellos
No volverán
Me quedaré esperando
Y aquí estoy
Contemplando
Abriendo paso
A los nuevos recuerdos
Nacerán y morirán
Y mientras tanto
Seguiré gritando
ya no hay nada...
Ya no hay nada
Solo sombras y escombros
Hablo con mis recuerdos
Porque se escapan
Qué seré yo sin ellos
No volverán
Me quedaré esperando
Y aquí estoy
Contemplando
Abriendo paso
A los nuevos recuerdos
Nacerán y morirán
Y mientras tanto
Seguiré gritando
ya no hay nada...
martes, 24 de mayo de 2016
Ahora
Querido diario, ya sabes que suelo reclamarte con frecuencia. La constante búsqueda a la que me veo arrojado me hace venir a ti. Y no es algo de lo que no esté orgulloso, todo lo contrario. Me siento muy orgulloso de poder escribirte y contarte aquellas cosas que sólo a tí te puedo explicar porque sólo tú me puedes comprender. Te has convertido en mi aliado. Luchamos juntos en esta guerra de búsquedas, interrogantes, dudas y sentimientos. Nunca me he sentido decepcionado contigo, nunca he sentido que me has fallado, tampoco me has hecho sentir desatendido, despreocupado, desfragmentado, todo lo contrario, me has revitalizado y me has ofrecido la amplitud de visión que he decidido conservar. Es por eso por lo que te agradezco los escritos, mi vida tiene mucho más sentido si estás aquí.
Hace unos años recuerdo que todo era diferente. Pensaba de una forma más rígida, actuaba más impulsivamente, era más extremista, me revelaba continuamente conmigo mismo, subía, bajaba. Hace años todo era radical para mí. Los cabreos, las alegrías, las decepciones, las promesas, todo era extremo, vivía entre polos infinitos, cambiando constantemente, superando y perdiendo. Hace años me sentía muchas veces sin vida. Pero muchas otras veces me sentía más vivo que nunca.
Ahora siento que todo es distinto. Me encuentro aquí, delante de mí mismo, volviendo a exponer lo que siento pero esta vez con más recursos que hace años. Ahora no es que todo se haya vuelto gris, ni que se haya todo vuelto más tranquilo, la guerra sigue estando y la lucha por una vida llena de visión sigue, lo único que ha cambiado es la forma en la que me enfrento a las batallas que continuamente me acechan. No puedo cambiar muchas cosas de la vida. Lo tengo más que aceptado. La realidad constantemente me pone a prueba, me golpea fuertemente en los puntos más débiles para ver si soy lo suficientemente resistente como para superarla. Ahora ya no vivo en la constante lucha conmigo mismo porque me concilio con mi parte más íntima. Quiero mi intimidad, la busco y la conservo, forma parte de lo más profundo de mí. Pero no tengo tampoco la necesidad de ocultarme tras una máscara cuando me expreso. Vivo en ese punto intermedio entre el guardarme las cosas y el completo desnudo.
Ahora me siento delante del mar a observar las olas y ya no veo la violencia de la marea. Ahora sólo veo el fluir de la calma retorciéndose sobre sí para simplemente ser. Las rocas no ejercen ningún límite a la marea, todo lo contrario, veo que sin rocas no habría marea posible. Es un símil, una metáfora, pero refleja muy bien la vida que estoy viviendo ahora mismo porque sigo el mismo camino que hace muchos años decidí seguir, sigo con el mismo deseo profundo de visión y plenitud, transformado en formas de superación y culminación. He aprendido que todo lo que ha nacido una vez puede volver a nacer. Pero nunca de la misma manera. Y esa es la gran riqueza de la vida, que nunca se vuelve exactamente al mismo sitio como dijo Heráclito –no se pasa nunca dos veces por el mismo río–, lo que me hace darme cuenta de la enorme variedad y riqueza de la misma vida en todos los sentidos.
Ahora soy capaz de contemplar el misterio de la misma vida y disfrutarlo. En la contemplación de lo incierto se me revela constantemente que no hay otra cosa que voluntad y superación. Largos procesos voluntarios de superación son los que en el fondo nos definen cómo somos. Tú serás de una manera, yo seré de otra, y cada cual tiene sus caminos, pero tú y yo seremos algo juntos si los dos compartimos un mismo afán de vida y superación. Siempre me ha sido difícil encontrar a este tipo de personas, como yo, digamos. A lo largo de mi vida me he encontrado con muchas personas diferentes a mí y sé que no soy igual a nadie. El compromiso con uno mismo es lo que define el grado de expansión de la propia voluntad de uno. Y mi compromiso conmigo mismo es total, férreo, de hierro, tan duro como el asfalto. Es por eso por lo que constantemente siento la llamada a pelear, a la guerra, y cuando digo guerra me estoy refiriendo a la constante lucha, no es una metáfora. Ahora me toca defender lo mío, a mi gente, mis sueños, mis ilusiones, mis necesidades, mi supervivencia, y mi gran camino. Ahora es el momento de fortalecer fijaciones, cimientos, y erigir el edificio más grande que pueda existir.
Ahora es el momento de construir. Es el momento de defender mi hogar. Es el momento de aceptar el constante viraje hacia el pasado que configura mi naturaleza, mi propia nostalgia, y disfrutar de ella. Es el momento de enfrentarme a mi propia superación, sin caer en la locura más profunda, y saber distinguir entre lo que se ve, lo que puede verse y no se ve, y lo que nunca parece mostrarse. Ahora es el momento de tomar distancia y verlo todo desde arriba, pues aquí estoy, y mis ojos no me engañan, he subido aquí con el esfuerzo de toda una vida y no bajaré abajo para volver a subir. Sólo mi cadáver podría rodar y caer hasta el final del precipicio donde nace el suelo.
Ahora es mi momento. Y perdona, querido diario, si ya no te soy tan fiel como te era antes y me muestro en este blog, pero ya no tengo por qué esconder nuestra intimidad. Estoy siendo cien por cien yo mismo escribiendo este pequeño texto en internet. Me estoy mostrando al mundo a partir de una pequeña ventana, unas gafas que cubren mis ojos y unas manos golpeando un teclado inmóvil. Los tiempos han cambiado. Ya no me refugio en el ardor del miedo ni me hiela su neblina oscura. Ahora todo es mucho más claro, más luminoso, ahora estoy preparado para ser, si es que realmente puedo ser algo más allá de lo que escribo...
lunes, 9 de mayo de 2016
La caída
Mirando lo que tengo alrededor me doy cuenta que sólo soy un simple observador. En el fondo es lo único que soy. Siento emociones, vivo, tengo necesidades, pienso, está claro. Pero en el fondo siempre estoy observando.
Nos pasamos la vida entera buscando cosas que en el fondo no necesitamos. Muchas veces tener presente lo que creemos que necesitamos significa desatender lo que en realidad estamos buscando. Hablamos demasiado. Observar desde el silencio también tiene misterio. ¿Somos dueños de lo que sentimos?
Yo sí que soy dueño de lo que siento porque interfiero en lo que siento y en lo que tengo alrededor, me cause o no me cause algo. Interferir en los sentimientos no significa únicamente saber controlarlos, más bien me refiero a otra cosa. Yo soy el dueño de todo lo que me ocurre, de lo que vivo, de lo que siento, de lo que escribo y de lo que creo creer. También de lo que creo. Y de lo que puedo crear. Tú, también, ¿lo sabes? Lánzate al vacío. Siente y observa.
Muchas veces veo personas que se dedican a vivir la vida leyendo su manual de instrucciones. Yo no sé nada de la vida salvo que vivo y conozco, no tengo manual de instrucciones. Si tuviera alguno sería un cuaderno lleno de hojas en blanco con algunos tachones y algunas rimas. De esto que te digo estoy totalmente seguro. Mi único interés aquí y donde sea es vivir. Con todo lo que ello conlleva.
Nos preocupamos demasiado por lo que nos ocurre y lo que nos deja de ocurrir. Vivimos protegiendo lo que pensamos que es nuestro hogar hasta que nos damos cuenta que en el fondo vivimos en la constante búsqueda de nuestro hogar. Podemos alquilar un piso, condenarnos con una hipoteca, y pensar que somos más o menos libres porque tenemos nuestro espacio. Pero no es lo mismo tener un espacio propio que tener hogar. Y aquí Heidegger tenía razón. No es lo mismo residir en un habitáculo, o en una mansión, que habitar en un lugar y hacerlo tuyo. No tiene nada que ver. El ser humano se define por intentar habitar y nunca conseguirlo.
Ahora bien, la pregunta por el cómo habitar es una pregunta tremendamente compleja. Habitar no significa solamente intentar hacer mío un lugar, eso sería algo así como apropiarme de él. No estoy hablando en términos de propietarios. El habitar no tiene nada que ver con la relación de obligatoriedad ni con ningún tipo de relación legal, aunque sea cierto que todo habitar implica un posicionamiento con respecto a algo y por tanto el ejercicio de un poder. Pero eso es más un aspecto complementario al mismo hecho de habitar que una necesidad del habitar mismo.
Vivimos en una sociedad que no hace posible habitares nuevos. Vivimos en la completa lejanía, en la distancia insalvable de las redes infinitas. La falsa sensación de refugio conlleva un desarraigo y una constante sensación de pérdida. Perdemos constantemente porque nunca llegamos a tener algo. Y es realmente ese movimiento constante en el que estamos sumergidos el que determina toda posibilidad de cambio. Y volvemos a caer, pero nunca hasta el fondo porque al final siempre nos quedamos en el aire. Y en ese aire vivimos. No sabemos construir nuestra propia casa porque ni nuestros propios pies están en el suelo. Pero claro, para pisar el suelo hace falta dejarse caer, y el problema viene cuando nos preguntamos si podremos o no soportar la caída.
miércoles, 27 de abril de 2016
Escritos espontáneos
Enfrentarse a un papel en blanco siempre implica un dejar ir. Vienes aquí a escribir algo, lo tienes en mente, pero cuando empiezas a escribir te das cuenta que lo que realmente te mueve es otra cosa. Crees que no te volverá a pasar, pero siempre vuelve a pasar.
Tenía la idea de escribir sobre muchas cosas, nada en concreto. Por un segundo me vinieron las ganas de hablar sobre el amor. Pero luego vinieron las ganas de hablar sobre escribir. Y luego sobre el tiempo, el presente, el pasado... Hay tantísimas cosas de las que hablar y tantas cosas que me llaman la atención que a veces me resulta incluso agobiante enfrentarme a ese cúmulo infinito de sensaciones. Es una sensación milimétrica de agobio, pero ahí está.
Últimamente estoy viviendo experiencias muy enriquecedoras en todos los sentidos. Me doy cuenta por cómo reacciono. Me siento feliz, sonrío, y hago reír. Intento que esa sensación prevalezca siempre, que siempre predomine por encima de todo. Y lo consigo. Aunque a veces hayan emociones que surjan y miles de pensamientos por ahí rondando, consigo disfrutar de las cosas que vivo y me entrego al cien por cien enfrentando la realidad para superarla. Lucha, entrega, satisfacción, ilusión, reposo. Así es como definiría mi vida a día de hoy. Un constante ir y venir. Un viaje. Pero no uno cualquiera, un viaje de esos que te cambian la vida.
Simplemente escribo estas cosas que me vienen porque me apetece escribirlas. No hay ninguna intención más ni ningún trasfondo oculto. No hay ningún motor invisible ni nada que no se pueda ver. Es simplemente escritura espontánea. Lo que viene, lo escribo. Así es como le doy forma a lo que vivo y termino siendo quien soy. Escritura...
martes, 19 de enero de 2016
Bendecido
Hoy es uno de esos días necesarios. De los que inevitablemente te encuentras a tí mismo. Hoy es uno de esos días de autoconocimiento, autoexploración, encuentro, y sobretodo, de hacer caminos. Me paso la vida entera haciendo caminos que sé que nunca transitaré, forma parte de mí el dejarme ir tal y como soy.
Nos define el coraje de enfrentar situaciones. Da igual si tienes ideas, eso no importa mucho. A la hora de la verdad, lo que realmente nos define es el camino que tomamos, la naturaleza de nuestra propia voluntad. Y eso, en el fondo, todos lo sabemos, así que preocúpate por tomar las mejores decisiones posibles que tengas a tu alcance, porque aunque suene típico, lo demás, en realidad, viene solo. No podemos forzar el curso de las cosas si queremos vivir en armonía.
Todo va cambiando. La forma en la que te enfrentas a tí mismo determina cuántas posibilidades abres y cuántas cierras. Abre todas las que puedas y cierra sólo las que sean necesarias. Escúchate y date el tiempo necesario para comprenderte, la autocomprensión revela nuevos horizontes y hace posible todo lo demás. Todo lo de fuera, por mucho que no queramos verlo y que nos resistamos a aceptarlo, no está en nuestras manos, lo que está en nuestras manos es todo lo que tenemos a nuestro alcance, es decir, todo, menos lo que no forma parte de nosotros. Es inútil controlar la lluvia, ¿para qué? No tiene sentido. Pero no me malinterpretes. No estoy diciendo que no se puedan cambiar lo de fuera, diciendo que 'no está en nuestras manos' me refiero a que no forma parte de nuestra voluntad, no podemos mover un brazo ajeno, no podemos pensar desde una mente ajena, y así, miles de ejemplos más.
¿Cuál es el punto medio entre el hacer y el no hacer? El estar. Es el modo en el que estás el que determina tus posibilidades de acción. Ese estar lo creas tú, lo creo yo, se crea contínuamente. ¿Cuánto tiempo más vas a estar sin estar? Esa es la pregunta que me golpeó fuertemente hace años y dejó en mí una huella tan profunda que ni a día de hoy puedo escapar de ella; dejó en mí la fragancia de la pregunta, la guía del misterio, algo intransferible a lo que sólo yo, cuando escribo, puedo acceder.
Gracias doy por preguntar, por saber y no saber, por sentirme golpeado y por golpear. Cada día es un eterno combate, y, si me lo permites, te diré que me siento bendecido, protegido, fortalecido, ahogado en un sinfín de vacíos pero respirando, perdido y encontrado.
Así soy, como Nietzsche, escribiendo para todos y para nadie, haciendo arte y haciendo vida, estando más alerta que nunca, más fuerte que nunca, más preparado que nunca para lo que tenga que venir. Será esta sensación que siento a día de hoy a la que llaman Dios, pues no puede haber nada más gratificante que sentirse bendecido sin haber sido bendecido por nadie, salvo por mi mismo.
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