sábado, 2 de junio de 2018

Hace tiempo escribí una letra que se llamaba "tú". De todas las frases que componen la canción se me quedó grabada la siguiente: el mundo está podrido pero nosotros lo amamos. Por aquellos momentos estaba viviendo una época de inicio de cambio que todavía perdura a día de hoy, de lucha interna y logros profundos. Sobre todo porque me encontraba en un momento de mi vida en el que intenté llenar de sentido algunos fenómenos de absoluta complejidad como pueden ser la aceleración del tiempo en las sociedades, la vida cotidiana, el amor perdido, y entre otros, la amistad. 

Nunca he sido una persona de muchos amigos. Los amigos han sido siempre fugaces. Grandes amistades se perdieron con el paso de los años por lo grandes que llegaron a ser y por el miedo que se despertó con ellas a perderlas. Tras el cristal siempre estuve observando el acontecer del mundo, nadie podrá decirme que no he sido yo mismo cuando ser yo mismo ha sido el mayor privilegio que he ostentado todos estos años. Privilegio por la inmunidad ante la inmundicia. La honestidad siempre estuvo por encima.

Por aquellos momentos volver al origen era un mandato. Una forma de vivir la vida. Un re-pensar las condiciones materiales de supervivencia a partir del establecimiento de unas modalidades de comprensión lejos de la ordinariedad de los procesos vitales cotidianos. Ante la superficialidad de los fenómenos, o tal vez sea mejor decir ante la profundidad ahogada de los fenómenos, pues nadie sabe lo que permanece vivo al final del negro sombrío del pozo, siempre me mantuve crítico. Porque una vida radical exige krinei, crisis, es decir, ruptura, o al menos, perforar. Cuando escribí "tú" pretendí tornarme ante lo evidente a través de ti, que me lees; dueño de una vida perseguida, noble de virtudes antiguas, Rey de faraones, ¿dónde estás? ¿te has ido realmente? 

La mera imaginación nunca podrá manifestare por y en la evidencia. Por eso mismo el 'irse realmente' en cuanto devenir ficticio no puede sustraer la realidad a la lejanía de los órdenes de cosas. Y es en el horizonte de esa lejanía en el que nos encontramos los seres humanos cuando investigamos acerca de la veracidad de lo que vemos, y en cuanto vemos, pues viendo nos situamos con proximidad ante lo que se nos es mostrado. Estás ante mi razón, Rey de Reyes, sin estar "siendo mostrado", lejos del criterio de la cultura en la que resido aunque próximo al sentir en el que habito porque ni la mera ficción me separa de ti, desde el momento en que la lejanía nunca pudo separarnos, tornándose imposible ante la salida del Sol.

Gott ist tot

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