viernes, 18 de junio de 2021

"La búsqueda de la certeza"

A veces uno siente que no hay camino, e incluso puede llegar a sentir que nunca hubo ninguno, como si todo formase parte de un espectáculo; allí donde actuamos como personajes sin guion, en ese lugar llamado sociedad o mundo, exactamente, en ese lugar, es donde se producen las preguntas y se resuelven las incógnitas. Pero es una resolución sin peso a la que estamos acostumbrados. Pensar cómo deben de ser las cosas, qué cosas hemos hecho "mal" y de cuáles estamos orgullosos, solo son actos de obediencia y sumisión al esquema de ideas. Si al menos fuera nuestro, entendería la obsesión por la defensa, como lucha prematura ante el devenir del combate. Pero lo cierto es que no es nuestro, ni siquiera hemos hecho el acto de aproximarnos a uno de los estadios iniciales de apropiación; tal y como ha acaecido, con las mismas formas, así lo hemos incorporado al eje. 

Con la iniciación del camino de la aceptación nos adentramos en el hundimiento. A los ojos de aquellos que dicen mirarnos, es "el camino correcto" y el único posible, mientras que nosotros, vivos con sed de drenaje, buscamos la confrontación y eso se hace casi por tendencia natural. Realmente no parece haber elección en nuestras guerras. Es como si hubiéramos nacido en un estado de guerra perpetuo donde nuestras armas son nuestras fortalezas, y es precisamente por esto que perdemos. Porque no sabemos atacar la confusión que este sistema nos genera, no conocemos sus debilidades y por eso no entendemos el arte de la guerra.

Para aquellos que quisieran pensar en la certidumbre de una evidencia caída de actos de milagros, recuerden: no parece ser lo mismo querer aprehender que buscar la confirmación, en el querer, de aquello aprehendido como válidamente aprehendido, del mismo modo que no resultaría lícito, para Uds., un camino de confrontación sin aseguramiento, ¿verdad? Y el término "verdad" aquí juega ese papel harto conocido y vastamente campante de haberse convertido en salvaguarda, ahora en la forma de la mayéutica o, si se prefiere, sobre un hilo que vacila hondeando sobre la gravedad y que ejerce el desafío. 

Es incierto el camino racional de la búsqueda de la evidencia y comenzábamos el escrito recordando la inexistencia de caminos propios, o al menos, la poca claridad de sus formas aparentemente manifiestas. Que nosotros no estamos en el camino de la urgencia, cuando se trata de urgir el acercamiento de una evidencia, es sin duda claro. De no ser así, nos veríamos arrastrados -de nuevo- por las arenas movedizas, al caminar por un terreno pantanoso y ser objeto de tormentas; damos por cumplido el paso que condujo al aseguramiento como lugar intransitable a conciencia y, con ello, perpetramos el quizás segundo nivel de aproximación, a saber, el que reduce la incertidumbre a la escala de los últimos motores.

Llegados a este punto, no se engañen. Es posible que nuevas estructuras se alcen con el poder y nos reclamen propiedad de ese camino denominado la La búsqueda de la certeza, en especial si caminamos en dirección recta; ante ese tipo de alzamientos debemos ejercer entrenamiento firme o posicionamiento. Debido a que las sinergias que se aprehenden en los estados volitivos, propios de aquello que denominamos voluntad -mas no sin el infortunio de la paradoja del mundo y la representación- ejercen una detención sobre los procesos automáticos de ese mismo esquema de ideas, confrontándonos con él, es menester entonces emprender un primer nivel de juicio y reconocer su altura, y no temer por ello

Es bueno y objeto de consideración recuperar nuestra razón y caminar conforme a las reglas de los estados primitivos de su manifestación, al menos para caminar en suficiente rectitud por el camino de la incógnita que cubre la fuente de todos los caminos. 

martes, 1 de junio de 2021

Ya llevo 242 canciones.
Voy camino a las 1.000.


 

El retorno

Qué podemos decir, nosotros, acerca del retorno de nuestra historia. No me refiero a la ewige Wiederkunft. Mas me comprometo en estas palabras a no mencionar palabra alguna acerca de ello y pronunciarme acerca del retorno clásico. A los pasos que condujeron a la entonces denominada humanidad, me refiero, cuando quiero orientarme hacia la inversión de la aceleración de la velocidad de avance; es a la profunda inversión del progreso histórico que se prometió en la Ilustración, retrotraído a sus orígenes en el surgimiento del antiguo mundo Demokratos. Bienvenido a la Grecia Antigua. Datan los manuscritos, en muchas de las recopilaciones sobre historia de la filosofía, que esta "comienza" al producirse el "salto" del mythos al logos. ¡Una pretensión sin duda alguna sentenciada! ¡O que nos sentenció a toda la humanidad! ¿No era Zeus lo suficientemente hábil como para sobrevivir? Y así quisieron hacerlo quienes fueron dotados al nacer del don de la historia. Aquellos escritores documentalistas que acordaron situar un origen, en reflexiones, que se dice, escapaban a la mitología griega, al tener otros atributos diferentes y carecer de profundidad fantástica. Por simplemente empezar a reflexionar sobre el poder del agua, acerca del Arkhé, o aproximaciones sobre geometría y espacio, tan solo por eso, ¡matamos a los Dioses griegos! Tal vez fuere la tardía muerte anunciada por Nietzsche sobre el asesinato de Dios por parte del hombre, al verse la humanidad desprovista de unidad ideal trascendente, otra vez, un mero recordatorio del devenir de la historia: el retorno. ¡Así mataron ellos a los Dioses antiguos! ¡Escribiendo en los libros de Historia de la Filosofía un origen en el tiempo y ubicándolo en una temporalidad lineal! ¡Pero si Jesucristo todavía no había nacido! ¿Me podéis explicar por qué? ¿Acaso es posible dar una explicación sin la más astuta de todas las "necesidades" del yo? Por supuesto que no, o al menos, no sin la engañosa fortaleza, venenosa, de la urgencia de una explicación acerca de la existencia. El remedio antes que el remedio. El retorno antes que el viaje. 


¡El mythos antes que el logos!

Escrito II

    Desde aquí todo se intensifica. Prueba de ello es el contrafenómeno del diálogo. Mientras hablamos estamos prestando la mínima atención a lo que nos rodea, y aunque no prescindamos del horizonte del mundo, pues permanece siempre ahí ejerciendo su influencia decisiva en el intercambio, en el diálogo se da la comunicación a través de la Einfühlung. En general, a través del contacto intersubjetivo que coloquialmente denominamos compartir, sea su objeto una reflexión, una idea, una expresión de afecto o un dar y recibir, se está afectivamente predispuesto, independientemente de la forma que en cada caso figure la afección. Nos sentimos a nosotros mismos a través del otro que está ahí frente a nosotros cuando no estamos solos, pero, ¿qué hay ahí cuando el otro no está? ¿Acaso se puede hablar de soledad desde la ausencia del otro? ¿O puede describirse fenomenológicamente este contacto originario desde su manifestación, independientemente de si antes haya o no haya estado el otro?

Podríamos resolver esta suerte de paradoja naturalizando la ausencia del otro y sometiéndola, desde el nivel primario de aproximación, el más genuino, es decir, el metodológico, a la imposición de un régimen eidético, forzando el fenómeno a dar una batería de resultados formalizados, sin anclaje pasivo. Ello comportaría forzar una completa desconexión del fenómeno con respecto a la posibilidad de su misma aparición, causando la remisión del acontecer al estadio eidético formal impidiendo así las sucesivas virtualidades del estadio genético de la pasividad, causando, efectivamente, la imposibilidad de su captación. Si procedemos de este modo caemos en el error psicologista de atender al fenómeno de la soledad desde el régimen de la esencialidad de la ausencia como nota constitutiva del fenómeno. Dicho de un modo más descriptivo: una vez ejecutadas las reducciones la exploración del fenómeno nunca podría rebasar el horizonte de ausencia del otro. Esto tendría consecuencias determinantes para el análisis descriptivo; por un lado, todos los elementos metodológicos del examen propiamente fenomenológico que constituyen la actitud filosófica nunca podrían llegar a rebosar el horizonte que se abre tras la suspensión, ya que el campo noemático no ha sido trascendido –el haber tenido contacto con el otro sigue estando ahí– y la actitud filosófica, con todos sus elementos, no sería capaz de anular esas notas impresivas temporales originadas por la experiencia del otro. Estar solo, en este sentido, sería no estar acompañado, habiendo tenido contacto con el otro previamente. En el ejemplo del buen salvaje que no ha tenido contacto con el otro, resultaría muy difícil apreciar ese tipo de soledad. Al no haber experienciado ese contacto de sentir-al-otro no puede haber soledad en este sentido naturalista. Otra de las consecuencias sería el carácter cultural del fenómeno de la soledad, configurado por el historial de vivencias de ausencia del otro en el sentido más artificial de la reflexión, es decir, como artefacto, como constructo que se ha ido sedimentando en el seno de nuestra historicidad y que remite, en última instancia, a la cultura.

A propósito de estas reflexiones debemos retroceder a ese estadio originario de manifestación del fenómeno gracias a la epojé y quedarnos, por el momento, ahí, frente a su modo de dación. La cuestión se torna más compleja en el caso, por ejemplo, del andar por una calle de la ciudad de Barcelona. Al andar por la calle y estar envuelto de personas tenemos contacto directo con ellas desde la perceptividad. ¿Pero estamos teniendo un contacto lo suficientemente empático como para denominarlo Einfühlung? ¿Acaso es posible hacer experiencia de la soledad envuelto de gente? Desde la distancia afectiva –y paradójicamente estando cerca del otro espacialmente– hago experiencia de tantas personas a un ritmo tan acelerado, que parece tornarse enormemente complejo ejecutar una Einfühlung. De alguna manera estoy siendo arrojado a la ausencia del otro siempre desde la distancia del sentir-al-otro, pues hay contacto corpóreo con miradas, pequeños golpes, igual que la proyección espacializada del andar para no caer en la carretera y sufrir un daño, termina siendo un reflejo de esos individuos agregados que ni se conocen ni parecen tener vínculos afectivos entre sí. Esto nos retrotrae, no obstante, a la fenomenología de la distribución espacial, con el correspondiente “ceñirse a” la manera en que el cuerpo vivido puede diseñar una arquitectónica topológica a través de la cual andar. Con mayor intensidad ocurre en una persona que se haya tornado ciega, arrojada a rearticularse vivencialmente en el espacio, sin el elemento, ahora, de los escorzos perceptivos y la intencionalidad horizóntica. 

 


Bon voyage

Was machen Sie hier? Bon voyage ! Wollten Sie nicht das Leben im höchsten Sinne erleben und erfahren, was die unverständlichen Worte aus den...