sábado, 17 de junio de 2023

Ay... querido diario

Vivir de las experiencias, servirse a ellas. ¿Qué más podemos pedir, nosotros, los olvidados? Desde que fuimos apartados de ese lugar llamado mundo, somos lo que debemos. Vamos hacia donde podemos reencontrarnos. Donde solamente podemos ser. Porque tenemos un destino que cumplir [aunque dicha causalidad sea aquí traída a colación de forma literaria], somos ese mismo destino, que, paradójicamente, no es otro que el que debe de ser. 


Para los que se preguntan: ¿qué sentido tiene vivir en un mundo como este? Respondemos: el sentido de preguntarnos acerca del sentido. A la antigua usanza [pues el tiempo corre cual caballo de carreras], a la heideggeriana. La pregunta por el ser a través de la pregunta por el sentido del ser. No somos los auxiliares de la verdad. Somos la verdad en sí misma. 


Para los que no se preguntan: ¿qué sentido tiene vivir en un mundo como este? Respondemos: en ese mismo silencio nos encontramos, igual que ellos. La única diferencia entre ellos y nosotros es la siguiente: su silencio es impuesto, el nuestro es fenómeno, es acontecimiento. Cuestionarse acerca del sentido es un acto de valentía, no cuestionarse podría significar un acto de cobardía... ¡Díganme si todos los que no se preguntan es porque no se han encontrado con la pregunta! ¡Cobardes! ¡Han decidido no querer preguntarse nada! ¡Tienen miedo a las respuestas!


Qué es más útil para nosotros: ¿no saber, saber, no querer saber, o querer saber? Ay... querido diario. Pareciera haber demasiada mala hierba cubriendo los ríos. ¡Cuántos arbustos han crecido últimamente en estos caminos! Apenas había un par de malezas alrededor del agua. Ahora está todo lleno de plantas, florecen las semillas muertas. ¿Dónde están los robles antiguos? Esos grandes troncos protectores del monte, aseguradores de la fuerza natural. Ay... querido diario. Que hasta los montes ya no quieren tampoco...


***


Qué valor tienen las respuestas mudas, ¿si no el valor que les entrega su naturaleza andante como interrogantes? Para qué evitar hablar, pudiendo ser mudo... ¡Para qué vivir esta vida sin ganas de querer vivirla! ¡Moríos todos! ¡Tiraos por el barranco! Al menos no contaminaréis a los espíritus vivos, a los niños hombres, a las mujeres grandes, a las grandes madres... Hacia adelante siempre, nunca ocultarse, nunca encontrar, si es necesario, pero siempre buscar y querer encontrar; prepararse para el combate cuando se termina la batalla, llegue o no, sea o no, ¡qué valor tienen las cosas que no se preguntan, sino como cosas todavía no preguntadas!


Ay... querido diario. Que escucho de fondo la voz el profesor de filología en las clases de madera, en esa Basel Universität... que lo estoy oyendo ahora mismo

 

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