viernes, 1 de enero de 2021

Nota de un peregrino fiel

Este texto fue escrito hace mucho tiempo a mano. Ha sido reencontrado y se presenta de nuevo:


Cuando acontece la angustia, se activa el engranaje del pensar. Como si los pensamientos hubieran estado muertos por mucho tiempo y de golpe cobraran vida. Me retengo en este espacio desde donde observo con tranquilidad cómo estoy. Parece que mi despliegue existencial no pueda confirmarse; parece que me estén rociando con energía oscura. Pero el poder de la materia únicamente es poder, se mantiene limpio de este tipo de intencionalidades opacas, destructoras, encaminadas a destruir todo cuanto encuentran.

Afligido por mi pensar decido escribir. Vomitarlo todo. Y soy consciente de mi propia creación. La de mi espíritu. Someto a fantasía hasta el mismo acceso a la realidad, reubicando el origen en lo indeterminado, donde nadie puede ver ni mirar. Es una pena que solamente pueda encontrarme en los pequeños, cortos y lentos momentos de dolor. Parece que duele volver a la soledad. Aunque lleve toda la vida volviendo nunca cesa el dolor del viaje. Y si sirve de algo volver, es la certeza de un único momento verdadero. Es cierto que la única verdad que tengo es la del dolor de la angustia, clavándose como un puñal en mí, haciéndome pensar, quitándome la fe, golpeándome, sin piedad.

Precisamente en estos momentos de absoluta soledad parece que me termino encontrando de verdad. Hay una cierta satisfacción en todo esto, es cierto que hay un cierto placer en el dolor; aun incluso estando los dos al mismo tiempo, puedo separarlos con mi visión y teorizar sobre ellos. Pero eso no significa que mi orientación sea esencialmente inmanente, ni que realmente mi angustia tenga carga ontológica propia; únicamente denota una cierta tendencia del espíritu a trascender aquello que aparece als ob fuera esencialmente aquello que parece ser. La designación del nombre, o la fuerza del predicado, encuentran su modo de sumergirse en otros lugares lejanos, casi en otros derroteros. La fuerza teorética aquí está expresándose a sí misma, dividiéndose en mismidades que cobran vida en el mismo ejercicio del proyecto reconciliador del Geist. Así, el espíritu se concentra, se detiene, observa, se extiende y proyecta realidades; campos de fuerza, luchas internas. Siguiendo a Aristóteles, la relación solo es una categoría, de tendencia accidental. Lo verdaderamente fuerte es la substancia por su carácter vertical, creadora de múltiples mundos y horizontes de accidentes. ¿Acaso podemos escapar de la lógica más aristotélica? ¿De verdad crees que puedes liberarte de la presencia de la fuerza?

Ellos viven la vida aparentemente dominados, sujetados a las cuerdas invisibles del mundo, mientras los peregrinos fieles andamos y andamos; son tantas las sendas recorridas... mirar atrás es necesario para ver los pasos. Porque la tentación de caer en el olvido de sí es fuerte. Precisamente para no doblegarnos entregamos resistencia. No estoy hablando de un neocristianismo ni de la fuerza reactiva de la moral de los esclavos. No confundan un terremoto con un tractor. Es fuerza mayor. Más allá del hombre y de la misma vida, tanto, que termina estando cerca; con los dedos rozando el cielo. Mirando arriba y haciendo caer a la esperanza porque no soportamos la mentira del engaño. Otorgando cumplimiento a la completa afirmación de sí. Enfrente y con el valor de un noble. Los que fueron olvidados. La fuerza del Imperio tuvo que caer para hacerse con el suelo. Ya pueden preguntarse quiénes somos, que les responderemos.

Olvídense de mitos. Frente al espejo. Ahí estamos nosotros. Cundo la vida decida darnos el siguiente paso


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