Vuelvo a estar delante de los
mismos caminos. Aunque tengan formas distintas, sé que son los mismos.
Reconozco sus trazos, sus anchuras, y sobre todo, la fortaleza de la dirección.
Por supuesto que han cambiado muchas cosas. Tiene que ser así, he dejado atrás
muchas sendas. Al final no me quedo con una manera concreta de enfrentarme a
las cosas. Me quedo con lo que resta. No te hablo de lo "menor", ni
de aquello que parece inverosímil, como si, después de intentar quedarme con el
todo, al no conseguirlo, me conformase con una de sus partes. Es un acto de una
naturaleza distinta. Me quedo con "lo que resta", con el Residuum,
lo reducido, aquello que es imposible de destruir. La última lágrima que nunca
cae o el último rayo del Sol. Me quedo con el llanto de Dios.
Ahora está lloviendo y no lo
percibo con mis ojos. Por supuesto no parece que llueva en el mundo que
denominamos mundo real, desde la perspectiva que no hay gotas de agua. Ello no
quita que siga lloviendo. Aunque sí estamos de acuerdo en que llueva en
otro de los muchos mundos posibles. Por ejemplo, en el mundo de la fantasía.
Ese mundo que se distingue de "el mundo" por su nota de irrealidad,
de doblegamiento, de increíble capacidad de sumergirse, hallándose a sí mismo.
Lo que dicho en otras palabras podríamos decir, retornando al que creo
denominar sentido común, de la siguiente manera: el origen de todas las cosas y
las cosas de todos los orígenes. ¿Qué es acaso el mundo, como mundo
creado, y, por lo tanto, como mundo fantástico, sino una weltliche
Phantasie?
Lo mismo ocurre con el Imperio de
los Mundos, ¡el tan amado y glorificado "yo"! Sobre el que gira toda
nuestra vida y donde hemos guardado todo cuanto amamos y adolecemos de lo
que más somos; pues acaso siendo algo de manera continua en ese reflejo
engañoso, donde parecen estar no claras sino determinadas las líneas del
destino de los hombres, como es la historia del "tú" o la del deseo,
la de la unión originaria del "nosotros". ¿No te parece que ya
ha llegado el momento de verlas caer? ¡Ja, ja! ¿Y ahora, dime, qué haréis?
Cuando veáis caer todas vuestras más amadas mentiras, de las que renegáis, contra
el suelo, allí donde la tierra se convierte en fuego, y dirigiéndose al
cielo, termina llamando al nacimiento.
Cuando todo esto ocurra y
nuestras almas dejen de ser nuestras me podréis reconocer como lo que
soy.
Vergiss
nie, dass ich bin,
dass
ich tot sei,
dass
es bald wird!
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